Cuando estudiaba Historia en la Facultad me apasionó una asignatura que cursé en mi especialidad de historia medieval: la historia de las mujeres.
El objetivo de la asignatura era comprender básicamente cuatro aproximaciones a la historia de las mujeres: el positivismo, el marxismo, el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia.
Al menos estas son las corrientes principales. El positivismo se centró más en las biografías para rescatar la historia de las mujeres y darle un lugar. La exposición de datos extraídos de las fuentes permitió a algunas investigadoras como Régine Pérnoud llegar a ciertas conclusiones, como que las mujeres tenían una forma diferente de ejercer el gobierno y su poder. Por otro lado, la historiografía marxista analiza las causas socioeconómicas de la desigualdad; el feminismo de la igualdad utiliza todas las herramientas posibles para cuestionar los factores que llevan a la desigualdad de género, y el feminismo de la diferencia plantea la construcción de un nuevo modelo desde el femenino. De esta última tendencia, mi profesora Cristina Segura destacaba el modelo que reivindicaban las feministas italianas: el ejercicio de la autoridad de las mujeres frente a la detentación del poder de los hombres, como un principio de la diferencia.
En realidad, hay casi tantas corrientes como personas, pero quería introducir el tema desde su origen, dando algunas pinceladas sobre las aproximaciones del mundo académico.
Desde mis tiempos en la Facultad yo intentaba plasmar la unidad y cuestionar las ideologías en mis trabajos y no tomaba partido por ninguna de las corrientes.
En 2015 me matriculé en un Master de Género y comprobé que la investigación seguía siendo ideológica, parcial. Las asignaturas eran una mera atomización de conocimientos y ni siquiera se buscaba integridad en el programa.
Pues bien, decidí iniciar un ciclo de mujeres medievales desde esa conciencia de unidad original que yo tenía, evolucionada, actualizada por todas las aportaciones que han ido llegando a mi vida desde que estudiaba historia de las mujeres.
La perspectiva es muy diferente: es la aproximación arquetípica a partir de lo que conocemos por la mente racional, pero también de lo que no conocemos por los datos históricos, pero que podemos conocer a través de las energías arquetípicas.
Estas energías divinas empecé a experimentarlas cuando descubrí el kundalini yoga y afiancé el camino al hacer la formación en esta disciplina. La maestra que más me ha ayudado a integrar en mi cuerpo y mi conciencia las energías femeninas a través de sus talleres y en una formación de womb yoga que hice en 2016 ha sido Ana Otero.
En 2006 empecé a escribir en un blog, desarrollando mi afición por la escritura como medio de catársis. Escribir me ha ayudado mucho a expresar mi sabiduría latente del modo único en que yo soy, y me ha dado mucha paz porque me ha permitido estar en mi centro sin interferencias.
La expresión oral más neutral la consigo al conectar con la cadena dorada de maestros y maestras de kundalini yoga.
Comento esto porque es importante preparar el espacio para la palabra, para expresarnos desde la neutralidad, según nuestra propia experiencia.
En este ciclo trabajaremos con mujeres excepcionales que encarnan distintos arquetipos: Juana de Arco (la doncella guerrera, el despertar, el tercer chakra), Leonor de Aquitania (la amante que se ama, el aura, la unión), Blanca de Castilla (la esposa y madre), Hipatia de Alejandría (la sabia, el orden, la amante del conocimiento) e Hildegarda de Bingen (la mística).
De todas ellas Hipatia es la única mujer que no vivió durante la Edad Media. He querido incluirla en este ciclo, consciente de que las clasificaciones históricas pueden deconstruirse, por el contraste que nos presenta este personaje al ofrecernos información acerca de los orígenes de la Edad Media.
Destaco que todas ellas tienen en común que las conocemos por sus lugares de origen (la doncella de Lorena, Leonor de Aquitania…)
En la antigüedad las ciudades eran más importantes que en la Edad Media (Hipatia de Alejandría). En la Edad Media el lugar de origen era un dominio personal, que más que una configuración política era una estructura socioeconómica y cultural.
La tierra arraigaba enormemente a las personas en un mundo en el que cualquier viaje era una apuesta incierta.
@teatrodelosciclos S.K.