
Representación

Te invito a leer, meditar y abrirte a tu experiencia. Cuando recitas un monólogo en voz alta, conectas con los sentimientos, las emociones y las experiencias de toda la humanidad.
@teatrodelosciclos es un espacio para la creatividad, la universalidad y el regreso al ser.
¿A dónde vas tan temprano?
Al corazón del estanque conformado.
Contemplo las escenas de la guerra de la vida, las hogueras matinales en las calles, los periódicos en reparto.
En las calles difusas, en la lentitud del alba de Amritsar, a algunos nos alienta la premura de recibir el prasad.
¿ Y dónde vas a almorzar?
En el langar, en el descenso al cielo; entre pasos desnudos, velos y turbantes de colores, quiero comer del mismo puchero, quiero ser hermana de quienes sirven aquí, ¿a dónde más voy a ir?
¿A dónde ibas al atardecer?
A preguntar a la anciana tejedora,
a recibir su sonrisa que pronuncia el nombre del Guru.
A escuchar su voz entre retales de colores y tiendas de bazar, a caminar entre mercados, hasta sentir el suelo de mármol,a entregar mis sandalias al servidor de la paz, a recibir su caricia, a que su voz me penetre hasta el hueso y me deje quieta, a templarme en movimiento recitando las vueltas; parada, mirando el templo dorado.
A llenarme de la vida silenciosa que no se puede destruir.
S.K @teatrodelosciclos
#monólogoscondialogo #templodorado
PD: Aunque haya un diálogo, se aconseja representarlo con un solo personaje en diálogo consigo mismo/a.
El zigurat de la ciudad de Nippur es una escalera que te lleva al centro de tu corazón.
En el núcleo del mundo, el lugar entre ríos, se elevan carruajes por sus rampas, caminan míseros y opulentos, atletas y lisiados, fervores y tristezas; se elevan poco a poco hasta el cielo, encontrando descanso en los rellanos, un aliento reconfortante al detener sus pasos y contemplar la ciudad a la que pronto regresarán.
Yo, Inanna, diosa de todas las cosas, reina del cielo, quise reinar en mi templo para igualar a los humanos con los dioses, y en la cúspide de esta pirámide plana establecí mi jardín.
Entre fuentes de manantiales, lluvias rosadas y árboles virtuosos, el descanso y la paz reinaron para ellas y ellos, en este templo de mi recreo que derramó todo mi amor a la ciudad de Nippur.
Borbotones de aguas calientes me recordaron que pronto se dispondría mi descenso, pero antes sellé mi pacto con la humanidad. En mi templo sois todos iguales y no hay que despertar del sueño sagrado de la vida. No hagáis la reverencia, si lo más sagrado es vivir. ¡Vivid aquí, en mi jardín!, ¡no os vayáis! Que mi asiento de madera os recuerde a los árboles de mi trono. Sabed estar, aun llorando afligidos, en este santo lugar. No hay postura que sostener. Sólo descanso que abrazar. ¡Recordad a Inanna!
@teatrodelosciclos S.K.
#Inanna #ReinadelCielo #EljardindeInanna #Sagradofemenino #Circulosdemujeres
Parece una obviedad que un templo es un lugar en la tierra, pues es un espacio sagrado entre nosotros. Sin embargo, muchas personas han acudido a un templo y, en sus visitas al espacio consagrado, no han tenido una experiencia de conexión con la Divinidad. Así pues, un templo, por el mero hecho de nombrarse, no cumple necesariamente su función. Es importante que nos suceda algo más para vivir la experiencia sagrada.
Mi primera conexión consciente con lo divino sucedió cuando tenía 15 años, y fue en la montaña, sin intervención de un espacio creado específicamente para el encuentro sagrado. Había acudido a la iglesia muchas veces, pero aún no me había tomado la certeza de que la vida tiene un significado profundo, un sentido sagrado que nos trasciende. Para mí, por tanto, la primera experiencia de iglesia fue una convivencia en la naturaleza, en una acampada. Aquel verano comprendí lo que era una iglesia, pues las palabras no adquieren significado hasta que vivimos su sentido a través de una experiencia personal, un acontecimiento que reconstruimos con la cabeza y revivimos por el recuerdo de la experiencia sensorial que tuvimos. A este lugar para el encuentro con lo sagrado, en este ciclo de monólogos, lo llamo Templo en la Tierra. Un acontecimiento que puede producirse en un lugar natural, o construido, en el que somos acogidas por un amor tan grande que propicia nuestro descanso, al despertar la paz que nos habita. En el templo en la tierra tod@s somos acogidos, pues es un reflejo tangible del corazón humano, el núcleo de nuestra existencia en este plano, la tienda celeste que acampa entre nosotras y genera una comunidad que trasciende los egos y los guiones de nuestras vidas. Este templo se manifiesta de diversas formas, pero siempre despierta nuestros sentidos a través del aroma de los alimentos, las plantas, las flores; del sabor del pan que nos nutre, la sal, el té y el caldo; los colores de las paredes, las ropas y los cuadros, y el sonido de los tambores, arpas y flautas. Es un lugar que todos los seres humanos (hombres, mujeres, género neutro) pueden tocar para recordar, cuando regresen a sus hogares, que la vida está llena de belleza. Un espacio para el recuerdo y la celebración.
Inauguro este ciclo recordando el jardín de Innana en la ciudad de Nippur. Un monólogo que he escrito tras conectar con la energía de la diosa, invocando el equilibrio de polaridades de este nuevo equinoccio. El jardín de Inanna tenía su lugar en la tierra, ubicado en la cúspide del templo, que según las últimas investigaciones (Rodríguez Marco, Gabriel:2016) fue probablemente un jardín accesible a la sociedad nippuriense como espacio de belleza que unía lo natural y lo urbano, a hombres y mujeres, a ricos y a pobres. Un lugar sagrado para la igualdad, o la equidad. Lo más parecido a un parque contemporáneo investido de sacralidad.
En mi próxima publicación, Bienamada, que estoy escribiendo poco a poco, desde la memoria sensorial, reencontrándome con mi historia espiritual, hablaré también del jardín de Innana. Es un símbolo poderoso que nos ayuda a concebir el templo como un trozo de cielo experimentable en la tierra. Una metáfora de la comunidad espiritual como cuerpo, expresión tangible de lo divino en todas sus facetas.
Completaremos este ciclo con otros templos históricos y actuales. Templos en la tierra, espacios de conexión que superan el vacío, la jerarquía y el olvido con un manto amoroso que nos acoge; el recuerdo de la comunidad pacífica que podemos llegar a ser, un lugar para descansar un día de la semana y afrontar el trabajo de los nuevos días con una nueva consciencia.
#Templosenlatierra #EljardindeInanna #comunidadespiritual #inclusión #equidad
Quizás yo no parecía una pintora, pero algo debí de parecerle cuando acabamos en su casa a las tantas de la madrugada…
Y así empezó lo nuestro.
A la mañana siguiente, acudimos juntos a la facultad y, poco a poco, nos dimos cuenta de que no podíamos despegarnos el uno del otro.
Los contactos de Rodrigo me permitieron exponer uno de mis cuadros por primera vez. Una mujer, de espaldas, giraba su cabeza para mirar al espectador en una playa luminosa con un horizonte diáfano. Gustó mucho a algunos críticos que lo calificaron como «original y con una gran perspectiva». Así que yo estaba muy contenta y, no paraba de soñar con el siguiente viaje, la siguiente visita, el siguiente vuelo a una ciudad de leyenda de Europa, o al MOMA de Nueva York. Me sentía enamorada y llena de ilusiones. No creía que aquello pudiera estar sucediéndome a mí. El éxito y el amor iniciaban mi andadura universitaria.
Contemplaba un cuadro de kandinsky en el Reina Sofía y, él apareció.
Lo primero que escuché fue su voz profunda:
«creo que te he visto en los pasillos de la facultad», me dijo. Me giré y ví los ojos grises más bellos que había visto en mi vida. Rodrigo me contó que estaba estudiando el doctorado, y que iba a abrir una galería de arte con unos amigos. Decidí aceptar su invitación a un café y, ví el cielo abierto sobre mis pies.
No quise dejar volar demasiado mi imaginación, pero no pude evitar ver alguno de los cuadros, que yo estaba empezando a pintar, colgado en una exposición en esa galería que Rodrigo estaba proyectando.
Fue una conversación que se alargó hasta la hora de cierre del local que asistía a nuestro primer encuentro. Al día siguiente, Rodrigo vino a la habitación que disponía de mis horas de pintura; estaba muy contenta, pero me llevé una pequeña decepción. Fue sincero y, tras observar detenidamente mis cuadros, me dijo que no veía en mí a una pintora, sino a una mujer sensible que estaba buscando su lugar en el mundo.
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